No podemos elegir donde o cómo nacer, pero podemos elegir donde pasar los últimos años de nuestras vidas y donde morir. Siempre quise saber un porqué a mi incondicional atracción hacia Gales, Irlanda, Escocia, Inglaterra... una atracción desde que tengo uso de razón, totalmente de alma, como si hubiera un fuerte y estrecho vínculo con las islas británicas, lugares verdes intensos donde con el azul del cielo se contrastan para embrujarme, donde el profundo mar al chocar con los verdes y rocosos acantilados emana mágia en cada salpicón de agua salada. Lugares virgenes, lagos solitarios, caballos salvajes viviendo en un cuento hecho realidad, lugares que se prestan a los antiguos cuentos de hadas, castillos abandonados con hermosas paredes de piedra cubiertas por el moho atraído por las intensas lluvias todo el año de un clima oceánico, bosques eternos que poseen árboles centenarios... inexplicablemente, esto es lo que se llamaría felicidad eterna para mí. ¿Un motivo? no lo sé. Es inexplicable, amor por un todo.
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