Había una vez, una princesa escocesa enamorada de la luna, enamorada de las noches frías, enamorada del aire y del agua. Pero nunca enamorada de un hombre, nunca encontró a aquella persona capaz de hacerle sentir lo que significaba lo que realmente era el amor. Pasaron algunos hombres por su vida, príncipes, caballeros, pero ninguno pudo enamorarla como ella quería. Ella quería, deseaba enamorarse, sentir cosquillas por el estómago y sentirse en el cielo... quería tocar las nubes con los dedos. Se daba por vencida, pensaba que nunca encontraría el amor. Dejó de buscar y se prometió a sí misma no pensar en amor nunca más, se encerró en lo alto de la torre más alta de su castillo y decidió quedarse ahí cuidando de sus pájaros y mirando el cielo, las estrellas, los campos verdes y el lago.Un día, llegó un príncipe de unas tierras lejanas, el príncipe del reinado de islandia y paseando por los campos con su caballo, quien estaba bebiendo del río, pudo verla, se enamoraron al instante. Ella vió en sus ojos verdes, que se difuminaban con el color verde intenso del prado, el sentimiento que deseaba sentir. Escuchó de sus labios las palabras que quería escuchar, las palabras adecuadas que le removieran el alma desde adentro hacia fuera. Sintió sus manos y miles de escalofríos recorrieron su cuerpo... el beso fue más de lo esperado. Sus palabras, hermosas palabras que brotaban de su perfecta boca, sus promesas y sentimientos volcados en su voz hicieron a la princesa enloquecer de amor, amar por primera vez y decidir pasar toda una vida con aquel hombre que era el hombre de sus sueños, quien pedía en a las estrellas todas las noches, al sol, a las nubes, a la lluvia y a la naturaleza.Se enamoró de él. Él se enamoró de ella. Vivieron felices para siempre.Esta es una historia de castillos, amor, caballos, princesas y príncipes que no se aleja mucho de la realidad...Te amo, mi príncipe.
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